Hábito 2: Empiece con un fin en mente

JAVIER LLINARES. Empezar con un fin en mente significa entonces comenzar con una clara comprensión del destino, con una visión clara y concisa de 'para donde queremos ir' de tal forma que sepamos donde se está y dar siempre los pasos adecuados en la dirección correcta: 'saber donde esta el norte'.

hábito dos, fin en mente

Sigo leyendo los 7 hábitos de la gente altamente efectivade Stephen R.Covey.

Para empezar hay que decir que el propio enunciado suena confuso, al menos en español, a mi me gustaría más decir algo así como: Para empezar tenga claro cuál es su destino.

Me recuerda la escena de ‘Alicia en el País de las maravillas’ de Lewis Carroll que ya explique en otro post (Planes estratégicos y operativos).

-Alicia pregunta: ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?
-Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar –dijo el Gato.
-No me importa mucho el sitio… –dijo Alicia.
-Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes –dijo el Gato.

¿es posible ponerse andar si saber a dónde queremos ir?

Empezar con un fin en mente significa entonces comenzar con una clara comprensión del destino, con una visión clara y concisa de ‘para donde queremos ir’ de tal forma que sepamos donde se está y dar siempre los pasos adecuados en la dirección correcta: ‘saber donde está el norte‘.

El hábito de “empezar con un fin en mente” se basa en el principio de que todas las cosas se crean dos veces. Siempre hay primero una creación mental, y luego una creación física. Se escriben los discursos antes de pronunciarlos; se hace primero un borrador antes de empezar con el original.

Todas las cosas se crean dos veces, pero no siempre la primera creación reponde a un hecho consciente. En nuestras vidas personales, si no desarrollamos autoconciencia, y no nos hacemos responsables de las primeras creaciones, estamos permitiendo por omisión que otras personas y las circunstancias que están fuera del círculo de influencia den forma a gran parte de nuestra vida. Vivimos reactivamente los guiones que han puesto en nuestras manos la familia, los compañeros, las agendas de otras personas, las presiones de las circunstancias: los guiones de años anteriores, de nuestra educación, de nuestro condicionamiento. Este hábito se basa en principios de liderazgo personal, lo que significa que el liderazgo es la primera creación. Liderazgo no es administración. La administración es la segunda creación, pero el liderazgo va primero.En palabras de Meter Drucker y Warren Bennis, “administrar es hacer las cosas bien; liderar es hacer las cosas correctas”.

Empezar con un fin en mente significa enfocar mi rol como hijo, compañero, hermano, empleado y mis otros roles en la vida, teniendo claros mis valores y mi orientación.

Puedo actuar con integridad. No me veo obligado a reaccionar ante las circunstancias, guiado por emociones momentáneas. Puedo ser verdaderamente proactivo, verme impulsado por valores, porque mis valores ya están definidos. Nuestro ambiente personal también está cambiando a ritmo acelerado. Ese cambio rápido hace que las personas se vuelvan reactivas y en lo esencial se rindan, confiando en que las cosas que les sucedan habrán de ser buenas.Cuando se ha adquirido ese sentido de misión, se posee la esencia de la propia Proactividad. Estamos en posesión de los valores que dirigen nuestra vida, de la dirección básica en virtud de la cual establecemos nuestras metas a corto y largo plazo. Para escribir un enunciado de la misión personal tenemos que empezar en el centro de nuestro círculo de influencia, ese centro compuesto por nuestros paradigmas más básicos, la lente a través de la cual vemos el mundo. Es allí donde tomamos contacto con nuestra visión y nuestros valores.

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